HABITAR UNA CIUDAD EN EL INTERIOR DE MÉXICO

REFLEXIONES DESDE AGUASCALIENTES

Silvia M. Bénard Calva

SIHGO, CONCIUCULTA, CIEMA, UAA, 2004

ISBN 970-728-016-6 | Agotado

Edición no venal

Aguascalientes ya no es lo que fue hace unos treinta años. Esa pequeña ciudad donde las relaciones cara a cara con los conocidos en los espacios públicos eran tan frecuentes y numerosas, cada vez se diluye más en el anonimato que caracteriza a las ciudades grandes. La ciudad se ha diversificado y se ha tomado mucho más compleja, está bien claro que difícilmente volverá a parecerse a aquella ciudad de los setentas. Y la diversidad -social, cultural, política y económica- llegó para quedarse.
Sin embargo, -escuchando, observando y hablando con gente de diferentes lugares de origen y tiempo de vivir en Aguascalientes, diferente suene frente a la distribución del ingreso y reparto de lo que los sociólogos llamamos caracteres adquiridos como el género y la etnicidad- fácilmente se puede constatar que a pesar de las enormes diferencias, todos compartimos la expectativa de que Aguascalientes sea un lugar habitable. Esto nos da un punto de partida común a la mayoría de las personas que convivimos en este espacio urbano.
Quizá a partir de lo anterior podamos buscar explicaciones elaboradas sobre muchas cuestiones que nos resultan preocupantes y encontrar posibles soluciones a los problemas sociales que se han vuelto cada vez más evidentes. En este punto es indudable que hay un gran consenso en cuanto a algunas cuestiones fundamentales. Independientemente de las grandes y variadas diferencias que hemos testificado en estos años, todos queremos vivir en paz, sin violencia familiar y social, con jóvenes y adultos libres de adicciones, con seguridad pública y en un estado de derecho que respete y proteja nuestros derechos humanos.
El problema que debemos enfrentar, más que ,aquello que todos queremos para la ciudad, estriba en las diferencias que tanto los ciudadanos como los gobernantes consideramos prudente y necesario hacer para que esto se cumpla. Y aquí hay al menos dos cuestiones de cuidado, dos peligros, que no podemos permitir:
• La primera, que la añoranza por el pasado nos lleve a querer imponer a toda costa una homogeneidad entre todos los habitantes; segregando y estigmatizando a aquellos que son diferentes.
• La segunda, que esas cuestiones fundamentales en las que de principio estamos de acuerdo, se cumplan sólo para grupos sociales privilegiados y no para todos los habitantes de la ciudad.


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