EL NORTE DE LA NUEVA ESPAÑA EN 1770

VIDA Y OBRA DE MATEO DE ARTEAGA

Vicente Ribes Iborra

UAA, 1991

ISBN 968-625-913-9 | Agotado

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La carrera eclesiástica ha sido refugio frecuentado por personalidades de temperamento curioso y dado al estudio y la reflexión, tabla de salvación en el piélago hostil y embravecido del Antiguo Régimen. Quizá esta circunstancia decidiese al joven Mateo José de Arteaga y Rincón Gallardo a abrazar el clericato, dejando de lado la vida de hacendado a la que estaba llamado por sus orígenes familiares. Sin ser un personaje de méritos deslumbrantes, Mateo de Arteaga reúne los títulos suficientes para que su nombre sea recordado con admiración y respeto. Aunque su vida poco tuvo de extraordinario, y su existencia se moviese dentro de los parámetros comunes a las personas de su oficio y condición, durante un período de la misma, apenas una refulgente década, inspiró una serie de realizaciones que lo hacen merecer sobradamente nuestro homenaje.
Todo el Norte de Nueva España, y de modo especial la ciudad de Aguascalientes, fueron los beneficiarios de esa prodigiosa década, de 1761 a 1770, en la que Arteaga se convierte ante nuestros ojos como uno de los neogallegos de mayores méritos. No es exagerado afirmar que Aguascalientes le debe sus mejores monumentos, su obra en piedra, y Nueva Galicia entera su ejemplar obra escrita, la descripción de su amplia superficie y las fidedignas observaciones sobre la población que la ocupaba.
Con todo, tan sólo ahora, doscientos años después que redactase su tratado sobre Nueva Galicia, nos es dado sacar a la luz el manuscrito que dormitaba en los anaqueles de la biblioteca municipal de la muy lejana ciudad de Toledo, en España. De hecho, si algún mérito pueden tener las páginas introductorias que sigilen, es el de haber reunido datos y documentos muy dispersos.